Marie Charlotte de Louvigny, tercera y última de las hijas del marqués de Castelnau, era diez años más joven que el rey. Cuando tenía 19 años se enamoró durante el transcurso de un baile en la corte de Antoine Charles de Gramont, quien por entonces ostentaba el título de conde de Louvigny. Antoine era hermano de la princesa de Mónaco y del famoso Guiche, que tantas páginas ocupó en esta corte en relación con Minette.
Al igual que su hermano, Louvigny era un hombre extremadamente galante y, según Saint-Simon, tenía “el rostro más hermoso que pudiera contemplarse, y el más masculino”. Gramont dirigió pronto sus atenciones hacia Charlotte con notable éxito. Parece que la pasión entre ambos se desbordó, porque el mismo Saint-Simon nos narra que “se casó con la hija del mariscal de Castelnau, con la cual había llevado un poco lejos la galantería. Su hermano, que murió más tarde convirtiéndola en una rica heredera, no se tomaba a broma esos asuntos y se ocupó de casarlos”.
La boda se celebró el 15 de mayo de 1668, y de ese matrimonio nacerían dos hijos: la mayor, Catherine Charlotte, sería la futura duquesa de Boufflers, y el menor fue Antoine, duque de Gramont.
Lamentablemente su unión, aunque hecha por amor, no trajo la felicidad a Charlotte, porque el esposo era un jugador empedernido que no parecía capaz de renunciar a su comportamiento libertino de siempre. Ella debió de considerar que, dadas las circunstancias, no habría inconveniente en que dejara de ser una esposa fiel.
Antoine Charles de Gramont, conde de Louvigny
El rey, desde luego, no fue su primer amante. En 1672 circulaba por la corte una canción satírica que señalaba claramente el amor de la dama por el conde de Marsan, de la segunda compañía de mosqueteros del rey. Marsan era el hermano menor del malvado Caballero de Lorena.
Más curiosos fueron sus amores con el marqués de Manicamp, uno de los favoritos de Monsieur y que, según la misma canción, tenía fama de “mépriser fort le devant”, es decir, de ser un sodomita redomado. Pero como en esta corte todo solía ser tan ambiguo y los amantes de Monsieur podían serlo también de Madame, en este caso Manicamp dedicaba sus atenciones a la condesa de Louvigny, y no le agradó enterarse de hacia qué caballero se orientaban las preferencias de Charlotte. Sin embargo, al cabo de algún tiempo logró desbancar al conde en sus afectos.
El esposo de la condesa, por su parte, amaba a Mariana Mancini, duquesa de Bouillon, la menor de las sobrinas del cardenal Mazarino. Para rizar el rizo, el propio Manicamp era el confidente de esos amores. No sé si alguno de ustedes se habrá perdido ya.
Parece ser que fue cuatro años después de este enredo cuando la dama comenzó una relación con el rey, tan intrascendente que casi pasó desapercibida. Se trataba, precisamente, de la época en la que Athénaïs aguardaba el nacimiento de su hija, Mademoiselle de Blois. De todos modos, el asunto no duró mucho: todo terminó cuando la favorita regresó a la corte tras reponerse de las fatigas del parto.
Poco después fallecía el suegro de Charlotte, y de ese modo ella y su esposo se convertían en el duque y la duquesa de Gramont. La dama aún viviría 16 años más, hasta fallecer el 29 de enero de 1694. El viudo volvió a contraer matrimonio, aunque no de modo inmediato. Tenía casi 70 años cuando se casó con Anne Baillet de la Cour.